martes, 26 de diciembre de 2017

MAGDALENA ACOSTA FORES


Centro: Magdalena Acosta
Arriba: Ricardo, Carlos Miguel, María Emilia,
Valentina, Roberto y Waded
Abajo: Yía y Regina

La figura de mi abuela, Magdalena Acosta sentó pauta. Resaltaba su lealtad. Enviudó siendo una mujer relativamente joven. Le guardó luto a su marido toda su vida. El tema de la veneración de los seres queridos fue elemento impresionante en mi vida. Hablaba de Carlos (mi abuelo) con respeto, con amor. 

No escuché en toda mi vida expresión de ella que pudiera menoscabar la figura de su esposo o la figura de los demás miembros de la familia. Beba era mujer educada, inteligente. 
Se podía respirar un cierto ambiente de bienestar cuando se estaba junto a ella. La tradición de visitar a los miembros de la familia era viva a ella. Era de esas mujeres que sabía sufrir. El sufrimiento era su religión. Su religiosidad era auténtica. Dándole un recorrido a la memoria de Beba, no puedo pensar de instancia alguna que pudiera poner en duda su espirutalidad. Era mujer franca y auténtica. Asi la veía. Mi padre acentuaba esa creencia porque lo que había entre ellos era la de dos seres compenetrados y leales. 

Fue Salvador Tio, vecino de mi abuela, quien despidiera su duelo. Estas fueron sus palabras:

 “Estaban presentes en esta noble mujer que venimos hoy a despedir emocionadamente, las virtudes de una raza indestructible por su acendrado sentido del bien; de la ética cristiana que es el secreto de nuestra fuerza, de nuestra voluntad de sobrevivir, porque somos como dijera el Conde de Reyserling, la reserva moral de la humanidad. 

Fue buena, fue cariñosa y dulce con los suyos y los que no eran suyos; estaba hecha de miel. Si tuvo quejas de la vida, nadie se las oyó. Y en la célula que le tocó laborar, hizo su miel calladamente, silenciosamente como la abeja en el panal.”
La tragedia de la muerte de Carlos y Pepe, la presencia de tío Toño quien se convirtió en el nuevo patriarca, un hombre soltero y dedicado, un incansable trabajador de los negocios de ambas familias infundieron el carácter y la personalidad de ese conjunto familiar. Quedó como grabado en todos los sobrevivientes, una cierta sensación de urgencia. 

Don Pepe y Don Carlos eran hombres de valor. Había que continuar la obra de alguna manera. Entiendo que ese espíritu empresarial y de honor familiar quedó bien grabado para la posteridad. 

Beba fue mujer sacrificada. Curiosamente le rodeaban tres familiares que no conocieron el matrimonio. Emilia Acacia, Toño y Marie Emilia. Esas cuatro personas solteras vivían prácticamente enclaustradas. Tio Toño y Emilia Acacia vivían en una casa. Beba en otra, pero en casas contiguas. Mi padre al casarse se unió a esas dos familias en la tercera. Las tres residencias compartían el mismo patio interior. En ese ambiente intensamente familiar se criaron los cuatro hijos de Beba y los cuatro de Saro. Valentina vivió con Beba, Ricardo, Roberto y Carlos, mientras que Mario, José y Geño vivían con Tio Toño. 

Don Salvador Tió bien describe estas familias en la despedida de duelo de Doña Magdalena:

“Había allí tres casas que daban al frente a tres calles, y la espalda a un patio común que nunca se me ha borrado del recuerdo. Había allí una palma tan alta que sus cocos parecían inaccesibles; había un árbol, el árbol de uvas playeras más grande, con las uvas mas jugosas del universo; había un palo de jobos de la India, tan querido por todos que cuando se ensanchó la casa le construyeron el piso y el techo alrededor para no sacrificarlo. 

Había en aquel patio una cochera, con una calesa que me dió la primera visión del siglo XIX antes de haber leído mi primera novela. Había un molino de viento cuyo abanico parecía una margarita enloquecida cuando soplaba fuerte el viento del sureste que venía de la Parguera cargado de calor y de salitre. Y había un limonero y gardenias y plantas de hojas indescriptibles.

Pero sobretodo, había gente. Allí estaba Don Miguelito Ramírez, el dueño y señor de la tertulia de la botica que era como un pequeño ateneo que reunía a la gente del pueblo que gustaba de resolver los problemas del mundo. Y estaba doña Emilia Acacia, que siempre me pareció un medallón del alabastero que tenía mi madre en un joyero. Y estaba Don Pepe Ramírez y doña Saro que murieron tan jóvenes, y
Don Carlos, con sonrisa generosa, también abatido prematuramente por la muerte; y estaba Amparo y María Jesús, tan diligentes y tan buenas y allí estaban los primos José, Eugenio, y los hijos María Emilia, Carlos Miguel, Roberto, Ricardo. Y los primos que venían de todas partes cuando había fiesta y bautizo, Concepción, Zoé, Pedro Pascual, Regina, Enriquito, Alfredo, Maeño, Belbel, y Eli y Olga y Celia... nada se me escapa al recuerdo. 

Y en ese cuadro, laboriosa y sencilla, Doña Magdalena, con su sonrisa perpetua iluminándole el rostro bondadoso. Era como una abeja en su panal.”

De esa sepa cultural, unida toda por vínculos de lealtad que Beba bien pudo haber instituido, con un espíritu de superación para hacer frente a la tragedia de dos muertes prematuras, legado de Toño que impartió con un cierto espíritu monacalmente entregado al negocio famacéutico, agrícola y minero emergen ocho personalidades. Todos ellos vivieron largos años. Queda Valentina por ser la más joven de toda esa sepa. 

martes, 12 de junio de 2012

Los Acosta y su descendencia


NUESTROS PARIENTES


Hija de Don Pedro
Rita Julia Acosta


Carlos Miguel, Ricardo
y Beba
en San Germán
El tema de nuestros parientes surge de nuestros encuentros de primos. Estos encuentros generalmente improvisados por un deceso, una boda, un onomástico, un acontecimiento especial, la enfermedad, inclusive por una invitación navideña nos ha ido acercando. La mayoría también resulta que ingresamos al mundo de la tercera edad. Con ella nos asaltan los recuerdos de la niñez y sabemos que en esas memorias aparecen retratados, pintados y activados los nombres, las personificaciones de los parientes.



Vemos que vamos desapareciendo como efímera existencia. Pero también, en la medida que nos invaden las noticias de los “missing in action” nos damos cuenta que contamos entre los vivos. Vivos y quien sabe si sobrevivientes porque ciertamente el azote de una que otra tempestad nos ha estremecido.  Pero aquí estamos aunque ya navegando en aguas llanas, llegando a la orilla. Todo esta nueva realidad nos ha ido acercando. La realidad es que vivimos en el reencuentro de nuestra historia, uniendo el pasado con el presente. 


Los Acosta Forés
Las Acosta
Las Acosta
Pero hay algo muy interesante de todo esto. Don Pedro Acosta y Doña Monserrate quienes son el eslabón de encuentro de todos los parientes, son también los creadores del Puerto Rico que conocemos hoy. El siglo XIX fue el siglo del alumbramiento cultural de nuestra identidad puertorriqueña. Recordemos que Don Pedro y su esposa eran nacidos y criados en esta isla. Ya la inmensa mayoría de los puertorriqueños que vivía en la isla (más de medio millón) era natural de Puerto Rico. Tenía echada la suerte aquí y con pretensiones de levantarse como entidad económica, política y empresarial autóctona. Las olas migratorias que se sucedieron en Puerto Rico desde la primera década del siglo XIX especialmente la de los corsos en el oeste de Puerto Rico, definitivamente fortaleció el acervo cultural nativo e inclusive se asimiló a él. Los corsos ya eran puertorriqueños a finales del siglo antepasado. 
Edric con sus hijos
Con ellos se completó la conciencia de identidad isleña y se batió la amalgama de fortalezas y talentos que tenía el criollo ambicioso de aquí con la del europeo aventurero de allá. Sin personas como Don Pedro Acosta y sus coetáneos los Vivoni y los Ramírez de Arellano, los Martín y tantos otros miles de congéneres Puerto Rico hubiera tenido otra identidad, otro nombre, otra idiosincracia. Veamos a continuación la lista de los hijos de Don Pedro y Doña Monserrate con su descendencia:

Alicia y Valentina
José B. Ramírez Tió
Mario Ramírez Acosta
  1. Magdalena Acosta Ramirez (Beba)– [Maria Emilia(Maye)], [Carlos Miguel], [Roberto], [Ricardo] Carlos Manuel, [Wolfrando(Frando)], Leonardo(Leo). /  Robertito, Armando, Carmen Regina. / Ricky.
  2. Inesita Acosta Vivoni (tía Chita)– [Pedro Pascual], [Concepción], [Zoé].                                                               Pedro Juan(Peyo), [Tomas Enrique(Maso)], Paul, [Marian]. /  Zoita, Aurelio(Yeyito), Aminita.
  3. Saro Acosta Ramirez[José], [Mario], [Eugenio(Geño)], Valentina(Valen).                             Fernando,  José B., Laura, Alberto.  /  Mario Rafael, Ginesa, Jose Miguel y Rafael. /                                     Debbie, Carmen, Joey, Isabel, Madelaine.  
  4. Eugenia Acosta Balzac (tía Eña)-  [ Manuel Eugenio(Maeño)], [Peter], Honorato.   Elba Marie, Eugene. /   Sonia, Pedrito, [Ana Maria , Luis y Manolo]   / Aidita, Jean Paul.                          
  5. Rita Julia Acosta Vivoni – Regina, Enrique, Alfredo.  Roberto, Carmen Regina, Armando. /  Edric, Victor, Enrique Salim, Tato…, Mari…   /   Alfredito, Carmen Idelisa.
  6. Carmen Acosta Martín -  [Carmencita].   Francisco (Papía). 
  7. Isabel Acosta Martín (tía Bebé) – [Florencia], [Raúl], [Belbel] Alicia, Oscar.   Rebecca, Isabel, Freddy, Inés.   /   Humberto, María del Carmen, Raúl H.(Tao), Ana, Isabel.  /   Ernesto, Isabel María, Rebecca.   /  Vanessa, Eduardo, Alicia.   
  8. Jaime Acosta ForésHerminia(Mina).   Huguette, Neal Carlos, Jaime Oscar.  
  9. Mario Ramírez Carmoega
  10. Pedro Acosta

Arriba Carlos Miguel,
Yia, Regina, Roberto, Ricardo
abajo Alberto,
Valentina, Beba y Waded
Toda esta realidad histórica creada por nuestros antepasados nos ubicó a todos sin querer queriendo al centro de una historiografía estratégica para el devenir de esta comunidad puertorriqueña. Somos más que un granito de arena en esta marejada cultural que tomó asiento en la isla en el siglo veinte.

La Manguera, San Germán, Puerto Rico
fondo izquierda: don Humberto,
Roberto, Ricardo, Don Enrique y Enriquito
Manolín, Irma,
Doña Rita, Doña Magda, Vicky
Yía, Regina, Carlos Miguel, Evangelina y Raúl
parientes: José y Aurora, Raúl
 y Evangelina, Don Jaime
 y Zoé, Carlos y Yía, Yeyo
 y también Alicia
Varias preguntas vienen a nuestra mente cuando hacemos una afirmación tan severa. La primera tiene que ver con nuestra identidad personal familiar genealógica. Sabiendo quienes somos nos dará definitivamente pie para entender quienes somos en un contexto histórico puertorriqueñista más amplio y cómo habremos de contribuir y estamos contibyendo al curso de nuestra historia. El hecho es que lo estamos haciendo. Creo que vale la pena documentarlo y estudiarlo para que revierta a nuestra conciencia como una gesta valiosa tanto para nosotros como para nuestros descendientes.

Arriba Don Pepe, Don Nepo,
Don Carlos
Centro Emilia Acasia y Doña Natalia
abajo, hijas de Pepe y Carlos



Nos proponemos ahora recoger expresamente rastros y valores que nos destacan tomando como punto de partida nuestra descendencia Acosta Ramírez, Acosta Vivoni, Acosta Martín y los de Don Jaime y Doña María Eugenia. Sabemos que no todos son obra de nuestros ancestros pero fueron ellos los que la iniciaron. Estos rastros y valores han permanecido hasta nuestra generación. Queda ahora por constatarse cómo ha evolucionado esta composición sociocultural de nuestro acervo ancestral. Nuestra generación se encuentra aflorando históricamente la dura experiencia de vida con un fuerte balance positivo. Que lo aprecien, lo critiquen y lo valoren será tarea de nuestros sucesores. Este esfuerzo se hace precisamente para que le sirva como mosáico representativo lo que somos y punto de partida para el futuro.

Don Jaime Acosta
Carmen Regina, Huguette,
Mina en La Parguera
Pepe, Saro e hijos
1926
Raúl, Carlos Miguel,
Ricardo, Carlos
Manuel
Roberto, Zoita y Pedro Juan
 Marie Emilia, Regina y Zoé
Carmen Regina, Juan Manuel
y su bebé
Rafael y José Ramírez Carmoega

Todos prosperaron. Los más procreativos fueron Valentina con cinco hijos,  José y Mario con cuatro cada uno, Carlos y Roberto con tres hijos cada uno y Ricardo con uno. María Emilia no se casó (pero realizó su maternidad como la tía ideal en la crianza de sus doce sobrinos) y Eugenio no tuvo hijos naturales, pero adoptó uno. Todos los casados sostuvieron un solo matrimonio que mantuvieron a lo largo de todas sus vidas. 
José B., Valentina,
Laura
y Fernando


José se destacó por su reciedumbre y dedicación a los negocios (industria de la caña, ganadería, crianza de caballos, vaquería, etc.) en los que se mantuvo activo, especialmente en la ganadería hasta el día antes de su fallecimiento a los noventa años. Fue un exitoso agricultor quien no se dio por vencido a pesar de las graves crisis que diezmaron esa industria durante la última mitad del siglo veinte. Fue además banquero y Rotario toda su vida.

Mario fue Dentista en San Juan toda su vida, pero también fue servidor público como Rotario. Siendo Dentista le siguió los pasos a su padre. Quizá aquel espíritu de hombre servidor de su comunidad sangermeña que fue característico de su padre Pepe, se proyectó en él. 


Huguette Monagas
Eugenio fue más que todo un hombre cotidiano. Quiérese decir que no siguió un patrón de vida de envergadura profesional. Fue la gran excepción. No obstante, aunque tardíamente, su vida fue desenvolviéndose con normalidad.  Se desempeñó en toda un diversidad de quehaceres productivos y no productivos que culminaron finalmente con la prosperidad y el bienestar. Se destacaba en él la sencillez de vida y gran libertad de realizar toda una variedad de activiadades entendidas por Don Miguel Antonio  y el núcleo familiar Ramírez Acosta como algo descocadas e impropias. Fue longevo y murió próspera y plácidamente. 


Laura, José B. y Alberto
Ramírez
Valentina cultivó también la unidad familiar. María Emilia y Valentina se esmeraron en atenciones para Magdalena y de una por la otra hasta la muerte de Maria Emilia, la que ocurrió tras una lenta enfermedad que requirió de la paciencia y el heroísmo de Valentina y de quienes debieron atenderla. María Emilia y Valentina fueron continuadoras y ejemplos fehacientes de lo que hacía la mujer en ese núcleo familiar sangermeño. Eran las únicas féminas de esta generación. 

Arriba - Marie, Enrique, Enriquito
abajo - Rita Julia, Magdalena,

Yía, Carlos Miguel, Regina Maria Emilia y Valentina ofrecieron durante varios años servicios voluntarios en el Colegio San José de San Germán. Maria Emilia asumió también funciones asistenciales como socia de Roberto quien dirigía una empresa que suplía equipo pesado a las centrales azucareras de todo Puerto Rico. También fue contadora de los negocios de Carlos, su hermano, durante casi una década. Valentina se destacó por su dedicación a la crianza y educación de sus cinco hijos. Su sentido de fidelidad y lealtad es muy particular. En ella podía y puede verse resplandeciente el espíritu de Beba. 


  • LOS RAMIREZ TIO Y CONYUGES



    Enrique Vivoni Acosta, esposa e hijos